viernes, 30 de mayo de 2008

La filosofía para los niños

La Filosofía para Niños, no debe ser tomada como algo inverosímil, pues la seriedad del tema nos permite deducir que los niños pueden hacer filosofía, o más exactamente, que los niños hacen un tipo concreto de filosofía. Y además, que es deber, de los padres y de los maestros potenciar esta labor en lugar de asfixiarla y anularla.

Ciertamente, la expresión «Filosofía para Niños» puede provocar ciertas reacciones negativas, algunas de extrañeza, otras de incredulidad y muchas de burla o rechazo. Pero realmente esto no tiene por qué darse. La idea de una filosofía para niños y de los niños o hecha por niños no es una cuestión absurda o ridícula, ni tampoco un tema para ser tomado a broma.
Por otra parte, podemos afirmar que los niños son capaces de hacer filosofía, y estar refiriéndonos precisamente a esta capacidad de hacerse preguntas, de cuestionar la realidad, el mundo y la sociedad en que vivimos, así como los valores que en ella imperan
Pienso que los niños si hacen filosofía, tal vez no hagan el tipo de filosofía a que estamos acostumbrados los adultos, una filosofía como transmisión de contenidos más o menos históricos o convencionales, sino que más bien se trata de una filosofía en su sentido más auténtico y originario; filosofía como investigación, como cuestionamiento de la realidad y del mundo, como pregunta. SI alguien tiene dudas que reflexione sobre la siguiente conversación entre un padre y un hijo tomada de la pagina 15 del libro filosofía y política de Xavier Rubert de Ventos

«—¿Y por qué trabajas todo el día, papá?
— Para que tú puedas ir a la escuela.
—¿Y para qué he de ir a la escuela?
—Para estudiar y aprender muchas cosas.
—¿Y para qué he de estudiar y aprender muchas cosas?
—Para que, cuando seas mayor, puedas ganarte la vida.
—¿Y para qué he de ganarme la vida, papá?
—Para casarte, tener hijos...
—Y que los hijos vayan a la escuela? Así, yo voy a la escuela para que mis hijos vayan a la escuela, para que...
Este es el momento en que los mayores no sabemos ya qué contestar y apelamos a la autoridad:
—Mira, calla y deja de hacer preguntas tontas.

¿Que los niños no paran de cuestionar el mundo y la realidad que les envuelve es algo que cualquier padre o maestro sabe perfectamente y puede dar fe de ello. Pero no sólo para éstos es evidente. Como vemos, el problema surge cuando el adulto, sea padre o maestro, no puede o no sabe qué contestar y no quiere admitir tal imposibilidad. De ahí surge el «calla niño», el «eso es así porque tiene que ser así» o el «cuando seas mayor ya lo entenderás». Y es entonces cuando ese impulso por cuestionar el mundo y sus supuestos, esa «capacidad filosófica» de preguntar por el porqué de las cosas, se frustra y se atrofia, convirtiéndoles o bien en adolescentes egoístas, problemáticos y desinteresados por todo aquello que no sea su propio interés y su propia «realidad» o bien en adolescentes pasivos y apáticos, que aceptan la realidad tal y como se la presentan, sin preguntarse por sus fundamentos ni por la verdad o coherencia de los mismos.

por: Claudio Valencia

1 comentario:

alonso rodriguez dijo...

Si, saber responder a los niños preguntones, es quizá el mayor reto y aquel que lo logre sabrá que está contribuyendo a resolver los problemas de quienes mañana resolverán los del mundo. En este punto entra a jugar el papel del "filosofo" padre, hermano mayor o maestro empírico, este ayudara a saber que mañana este joven ya no solo sabrá que preguntar es bueno sino que opinar es una opción que ayuda a los demás a saber que cumplimos una tarea y entenderá el valor de haber tenido quien respondiera a sus dudas, que hoy son la herramienta que abre el camino al nuevo preguntón. Es valido entonces que vale hablar de filosofía para niños como respuesta a su incansable afán de saber para donde van y porque y para que van.