La filosofía para los niñosLa Filosofía para Niños, no debe ser tomada como algo inverosímil, pues la seriedad del tema nos permite deducir que los niños pueden hacer filosofía, o más exactamente, que los niños hacen un tipo concreto de filosofía. Y además, que es deber, de los padres y de los maestros potenciar esta labor en lugar de asfixiarla y anularla.
Ciertamente, la expresión «Filosofía para Niños» puede provocar ciertas reacciones negativas, algunas de extrañeza, otras de incredulidad y muchas de burla o rechazo. Pero realmente esto no tiene por qué darse. La idea de una filosofía para niños y de los niños o hecha por niños no es una cuestión absurda o ridícula, ni tampoco un tema para ser tomado a broma.
Por otra parte, podemos afirmar que los niños son capaces de hacer filosofía, y estar refiriéndonos precisamente a esta capacidad de hacerse preguntas, de cuestionar la realidad, el mundo y la sociedad en que vivimos, así como los valores que en ella imperan
Pienso que los niños si hacen filosofía, tal vez no hagan el tipo de filosofía a que estamos acostumbrados los adultos, una filosofía como transmisión de contenidos más o menos históricos o convencionales, sino que más bien se trata de una filosofía en su sentido más auténtico y originario; filosofía como investigación, como cuestionamiento de la realidad y del mundo, como pregunta. SI alguien tiene dudas que reflexione sobre la siguiente conversación entre un padre y un hijo tomada de la pagina 15 del libro filosofía y política de Xavier Rubert de Ventos
«—¿Y por qué trabajas todo el día, papá?
— Para que tú puedas ir a la escuela.
—¿Y para qué he de ir a la escuela?
—Para estudiar y aprender muchas cosas.
—¿Y para qué he de estudiar y aprender muchas cosas?
—Para que, cuando seas mayor, puedas ganarte la vida.
—¿Y para qué he de ganarme la vida, papá?
—Para casarte, tener hijos...
—Y que los hijos vayan a la escuela? Así, yo voy a la escuela para que mis hijos vayan a la escuela, para que...
Este es el momento en que los mayores no sabemos ya qué contestar y apelamos a la autoridad:
—Mira, calla y deja de hacer preguntas tontas.
¿Que los niños no paran de cuestionar el mundo y la realidad que les envuelve es algo que cualquier padre o maestro sabe perfectamente y puede dar fe de ello. Pero no sólo para éstos es evidente. Como vemos, el problema surge cuando el adulto, sea padre o maestro, no puede o no sabe qué contestar y no quiere admitir tal imposibilidad. De ahí surge el «calla niño», el «eso es así porque tiene que ser así» o el «cuando seas mayor ya lo entenderás». Y es entonces cuando ese impulso por cuestionar el mundo y sus supuestos, esa «capacidad filosófica» de preguntar por el porqué de las cosas, se frustra y se atrofia, convirtiéndoles o bien en adolescentes egoístas, problemáticos y desinteresados por todo aquello que no sea su propio interés y su propia «realidad» o bien en adolescentes pasivos y apáticos, que aceptan la realidad tal y como se la presentan, sin preguntarse por sus fundamentos ni por la verdad o coherencia de los mismos.
por: Claudio Valencia